IV
Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender.
XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
XLIV
Todo pasa y todo queda;
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
........Proverbios y cantares (Campos de Castilla) - Antonio Machado Ruiz, 1917
Salimos de Hanoi en tren (coche cama) destino a Sapa. La idea es buena, son 8 horas de trayecto, por lo que pasarlas durmiendo no suena mal. Lo malo es no caber en tu cama, que esta se mueva todo el rato y que la vietnamita que duerme al lado de Naomi esté toda la noche enviando y recibiendo mensajes de texto con el móvil. No pegué ojo.Sapa es un pueblo de montaña que apareció en el mapa cuando los franceses se establecieron militarmente allí a finales del siglo XIX. Ganó popularidad como un refugio de montaña donde los militares podían recuperar fuerzas. Se estableció una residencia/hospital militar como la que existe hoy en el puerto de Navacerrada, en la Sierra de Madrid.
Fuimos a Sapa para andar por la naturaleza. Esto nos gusta mucho. En Omán hacemos senderismo, pero no hay mucho verde.
Aquí el paisaje es tan espectacular como en Omán, pero la tierra es fértil y el aire puro y limpio de polvo del desierto.
La mujer que sale en la parte izquierda de la panorámica de arriba es de la etnia Yao, una de las 54 de Vietnám.
Estas son de la etnia Hmong. Los vietnamitas llaman a las etnias "minority people" (gente minoritaria). No lo dicen con mala intención, todo lo contrario, están orgullosos de ser un país donde conviven tantas etnias, pero cuando empiezan a hablar de ir a ver a la gente minoritaria tal y gente minoritaria cual parece que están hablando de ir a la jaula tal o cual del zoo. No suena políticamente correcto.
Desde que salimos del pueblo de Sapa tres mujeres Yao nos siguieron en nuestra excursión. Ya nos advirtió nuestro guía Tuan que nos seguirían lo quisiéramos o no.
Al principio era un poco fastidioso, pues queríamos hacer el viaje tranquilos, pero la verdad, eran muy majas, no muy pesadas y añadían exotismo a las fotos.
Pero para exotismo el niño este:
Estaba por ahí solo, a su bola y en bolas. Con su perro. Tan contento.
Llegada al río
No os penséis que la gente va vestida así por los turistas. Los niños suelen ir con camisetas, pero los adultos van con la ropa tradicional que ellos fabrican y tiñen con las plantas que ellos mismos cultivan.
Las madres no se quedan en casa. Los bebés van en su espalda donde quiera que ellas vayan, llueva o nieve, pues hay que trabajar. Es una vida dura cultivar en la montaña.
Después de cruzar el puente se nos apuntó Pá, otra mujer Yao, con su niña Sá. En este punto parecíamos la compañía del anillo. Por cierto, claro que les compramos artesanías al final del trayecto. Se lo ganaron con con creces.
De las muchas cosas buenas que tiene caminar es cruzarse con la gente.
O con sus animales. Estos búfalos de agua con sus enormes cabezas y sus bigotes tienen una expresión inteligente. Parece que van a empezar a hablar.
Esta cerda no está embarazada, son así todos, barrigudos.
Estos patitos al nacer vieron a esta gallina antes que a nadie (quizás mamá pata era entonces pata a la naranja) y la seguían como si fuese su madre. Muy tierno.
Estas niñas estuvieron un buen rato construyendo un dique por su cuenta. Yo he hecho lo mismo de niño, pero solo jugando. Te da que pensar. Las niñas son monísimas por cierto.
Otra niña monísima.
En este restaurante hicimos un alto en el camino. No sale en la guía Michelín, una porquería de guía chovinista por cierto, que favorece con una desproporción insultante la cocina francesa y los restaurantes en Francia y nosotros somos tan tontos de tenerla en consideración, pero la comida estaba muy bien. Me he quedado muy a gusto después de poner la guía Michelín a caldo.
Estos noodles estaban riquísimos, pero más que nada porque llevábamos varias horas andando.
El paisaje de arrozales ganados a la montaña es espectacular, pero se hace a golpe de azadón. Es mucho trabajo.
No se podría hacer sin la ayuda de los bueyes de agua que son herramienta de trabajo, medio de transporte, y alimento.
Entre colina y colina nos encontramos edificios como este:
Un colegio. Y este otro:
Una iglesia cristiana, herencia de los franceses.
haciendo un poco el ganso, como estos de arriba, grabé este vídeo:
Última parte del trayecto, molino de arroz, puente y llegada a la "casa rural".
Una cosa que no ha salido en fotos ni vídeos por fortuna es que nos resbalamos varias veces al principio del trayecto (el más duro), antes de que se apuntase Pá. Derrapando en el barro, para gran preocupación y entretenimiento de nuestras acompañantes. Recuperé algo mi dignidad cuando toda la compañía del anillo cayó uno a uno.
El senderismo de hoy fue tan largo que no dormimos en nuestro hotel de Sapa, sino en la aldea de Ta Van. En esta "casa rural". Aquí lo llaman "homestay", algo así como alojamiento hogareño. Se trata de una casa de vietnamitas donde ellos viven pero que está preparada para que puedan dormir también los excursionistas. Cenas y desayunas con ellos. He de admitir que al principio estábamos decepcionados, pues nos imaginamos una granja y chozas de bambú o algo así. Pero la verdad, tuvimos muchísima suerte porque sólo había una chica inglesa muy maja además de nosotros, el matrimonio de vietnamitas con los que estuvimos eran majísimos y con la ayuda de nuestro guía y la guía de esta chica la conversación fue muy fluida.
Me parto de risa con los perros vietnamitas. Son como una mezcla entre un husky y un oso panda. El feo de la derecha era el más cachondo y es un trípode, como nuestra perra Charlie.
La familia vietnamita estuvo horas cocinando. Cenamos con ellos y los guías y todo estaba riquísimo. Tomamos tallos de bambú y otras verduras, hojas verdes vietnamitas, salteado de setas, cerdo y verduras, tofú y el plato estrella (vino luego) hígado de búfalo de agua. Naomi es vegetariana y yo como poca carne, pero por supuesto que en estas circunstancias y siendo carne local, ecológica y sin hormonas ni antibióticos nos tomamos el búfalo y el cerdo con muchísimo gusto. La comida y la conversación aumentaron cualitativamente en la misma proporción cuantitativa que los vasos de licor de arroz casero. Nos lo pasamos muy bien. Fue toda una experiencia.